A veces pienso que nadie lee mis ficciones. Sé que es el síndrome del impostor el que dice esas cosas, porque tiene más cuerpo que la musa o el genio.
En mi blog hay cuentos y la estadística me muestra visitas con «engagement». En Wattpad todavía tengo textos crudos que tienen vistas y comentarios.
En Amazon el volumen de ventas es de un libro al mes, en promedio; pero no me interesan las ventas en línea, para serte franco. Solamente me interesa que me lean.
Por eso regalé todas las copias impresas que tenía para vender. Filo. Y, aun así, siento que nadie me lee. Aparte de mi familia y amigos cercanos, que leen toda mi shit, cuando se los pido.
Y de quienes sí me han leído, tengo la sombría impresión de que no se atreven a decirme que no les gustó la historia o que no les gusta cómo escribo.
¡Me serviría tanto que me lo dijeran! Pero prefieren —según el impostor— no decir nada.
Quiero que me lean y que me digan qué es lo que no les gustó de lo que leyeron. Así puedo apaciguar al impostor, y dedicar más mi atención a la musa esquiva y al genio picarón.
Ya no me quedan copias impresas de ningún libro, aparte de las copias únicas que uso para demostrar a las visitas que no soy un fraude. Pero si te tientas a leer alguno de mis libros, escríbeme por cualquier medio y te paso una copia digital.